jueves, julio 06, 2006

Orwell «1984»

Una casa cerrada, con varias cámaras en cada habitación, siempre encendidas, registrándolo todo, cada movimiento, cada sonido, cada conversación, dejando apenas espacio para la intimidad y la libertad de sus habitantes… sí, es la descripción de el programa televisivo más visto y replicado de los últimos años, en todo el mundo: Gran Hermano (Big Brother).

Pese al verdadero fenómeno mediático que ha provocado el programa, la idea en que se fundamenta –la de la vigilancia permanente- y hasta el mismo nombre no tienen nada de novedad, pues ya en 1949 habían sido patentados por el incisivo escritor indo-británico, George Orwell, en su célebre obra «1984».

En el texto Orwell dibuja una sociedad totalitaria y dictatorial, donde todos los espacios –públicos y privados- están permanentemente vigilados a través de un circuito cerrado de televisión (llamadas telepantallas), por el que además se emiten de manera permanente mensajes en favor del «Gran Hermano», fundador de dicha sociedad y responsable de los innumerables beneficios que ésta ofrece a sus ciudadanos.

Leído ahora, el texto nos parece una exagerada ironía de lo que fueron los totalitarismos de antaño, sin embargo, los temas que plantea siguen tan vigentes como en el momento de su publicación, en la segunda posguerra del siglo XX.

Concretamente «1984» presenta una sociedad que pretende haber hecho realidad la utopía de una sociedad perfecta, donde todos sus habitantes viven felices y satisfechos, donde no hay conflicto y reina la hermandad y la solidaridad; no obstante, se trata más bien de una distopía, es decir, de un escenario en que la libertad está totalmente al servicio de un gobierno autoritario, donde ni siquiera el pensar es autónomo, donde todo debe hacerse en función de reproducir el poder del partido y honrar a su fundador, el Big Brother…

El paisaje social que describe es realmente desquiciante: guerra permanente, una marcada estratificación social, descarada manipulación de la información, desaparecimiento de los disidentes, trabajos inarticulados y sin sentido, burocracia llevada al máximo, ministerios que hacen justo lo contrario de lo que dicen… Y en medio de todo, Winston Smith, un funcionario del ministerio de la Verdad que comienza a cuestionarse la benevolencia del sistema y sus certezas.

La rebeldía

Los cuestionamientos de W. Smith le llevarán por el camino de una férrea resistencia que pondrá a prueba sus propios límites, sus convicciones, su ética, la fortaleza de su «humanidad». Así, la trayectoria del protagonista sirve a Orwell para esbozar una semblanza del ser humano, de sus límites y posibilidades, de su libertad y de su capacidad de soñar.

El proceso de autoconciencia-crítica-resistencia que describe Orwell es el mismo en que se han fundamentado algunos exitosos filmes de los últimos años, como la saga de «Matrix», «Minority Report», «La Isla», donde el protagonista se desmarca de las lógicas de funcionamiento aceptadas como normales, para iniciar una seguidilla de desobediencias que le situarán en el lugar de los rebeldes.

Lamentablemente «1984» no es sólo ficción, pues –más allá de la exageración literaria- la historia retrata la vivencia de miles de ciudadanos de todo el mundo, que a lo largo de la historia les ha tocado vivir en regímenes políticos dictatoriales, donde los derechos humanos han sido violados sistemática y organizadamente bajo el argumento de la «guerra civil» o de amenaza de «terrorismo de Estado». La historia universal está llena de ejemplos.

Y no es casual que así sea, pues al escribir la obra el autor estaba fuertemente influenciado por los totalitarismos que marcaron la historia del siglo XX, el comunismo ruso y nacionalsocialismo alemán, ambos trágicamente abortados, por una revolución y una guerra, respectivamente.

¿Qué es la realidad?

Otro de los temas centrales que atraviesa la obra es la discusión sobre lo que es o no considerado «real», desde un enfoque temporal.

En la obra, el partido (Ingsoc) controla TODA la información que circula en Eurasia (escenario de la historia) tanto respecto del pasado, como del presente, incluso sus evidencias materiales, por tanto, puede hacer con ellas lo que le plazca. Desde este hipercontrol, los líderes del partido pueden omitir o modificar a su antojo las versiones de la realidad, de modo que ésta siempre refuerce la imagen del propio partido y en especial de su fundador, el Big Brother. Así, todos los grandes inventos de la historia, como las decisiones que revierten en beneficios para la población, son obra del Gran Hermano, quien, de esa forma, es erigido como un Dios, sin principio ni fin, que está en todas las cosas, al que hay que amar y honrar.

Esta operación permanente de re-construcción de la realidad se lleva a cabo en el ministerio de la Verdad –donde trabaja W. Smith, el protagonista-, y consiste básicamente en modificar todos los textos –libros, periódicos, revistas, textos escolares, etc.- de modo que mantengan siempre una versión de la historia acorde con los intereses del partido.

No obstante, esta operación no sería posible sin el doblepensar, habilidad mental por la cual todos los habitantes de Eurasia deben aprender que las cosas son como el partido dice que son, incluso cuando parezcan contradictorias o ilógicas: 2 + 2 son 5… o 4, o 3… o lo que el partido diga.
Lo que el doblepensar pretende es anular el cuestionamiento y la crítica, omitiendo así, todo indicio de una posible resistencia. Y si es necesario usar la fuerza para instalar esta habilidad, el partido no escatimará esfuerzos en hacerlo…

Metáfora del presente

Independientemente de la naturaleza ficticia de la obra, «1984» constituye una provocadora metáfora para re-pensar sobre el momento actual donde, el control y la vigilancia se han inmaterializado –biopolitizado- haciéndose prácticamente invisibles, pues sus mecanismos han sido internalizados en la subjetividad de cada ser humano. Ya no hace falta una telepantalla en cada habitación o miles de micrófonos en los caminos, para controlar lo que hacemos y pensamos… Hoy nos auto-controlamos, sabemos lo que tenemos que pensar, decir y hacer en cada momento si no queremos ser blanco del rechazo social, rechazo que –por cierto- puede ir desde simples y furtivas miradas de reprobación, hasta la más brutal criminalización, e incluso –aún- la muerte.

Por supuesto estos efectos hoy no se consiguen por la vía de la tortura ni los lavados de cerebro, sino por un continuo de sutiles mecanismos, ínfimos, imperceptibles en que desde diferentes voces se nos dice lo que tenemos que hacer y cómo debemos ser. Las ciencias médicas y en particular aquellas que forman parte de la galaxia «psy» (psicología, psiquiatría, etc…) tienen una gran responsabilidad en ello, pues son ellas las que han construido y construyen criterios como salud mental, crecimiento, madurez, estabilidad, patología, locura, depresión y tantos otros conceptos con los que nos valoramos a nosotros mismos y a los demás…

De modo que el totalitarismo del que Orwell se ríe en su texto no es mero fruto de su privilegiada imaginación, sino más bien, reflejo y crítica de un pasado que ahora nos resulta remoto, y a la vez, profecía de un futuro (hoy, nuestro presente) mucho más complejo y estratégico, donde se (re)actualiza la añeja pugna por el poder.

Por todo lo dicho, «1984» es referencia obligada para todos aquellos que piensan que el mundo debería ser de otra manera, y más aún, para quienes trabajan para conseguirlo.

Páginas de interés

Exhaustivo análisis y resumen del libro:
http://www.bibliopolis.org/articulo/1984.htm
Reseña de la obra en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Mil_novecientos_ochenta_y_cuatro
Versión digital del texto: http://kehuelga.org/biblioteca/1984.pdf
Reseña de la versión cinematográfica del libro:
http://www.fantastico.uma.es/2001/ciclos/orwell.html
Vigilancia permanente y privacidad, ejes centrales del libro, analizados filosóficamente en un artículo de Ruth Fontelles:
http://www.amec.com.mx/revista/num_5_2002/Fontelles_Ruth.htm